miércoles, 24 de junio de 2009

El tecnosexo, última expresión del rechazo a la corporeidad, simboliza la paradoja existente entre la búsqueda desesperada por escapar de la angustia y el establecimiento de barreras cada vez más sólidas entre los seres humanos. El sexo por computadora es limitado y limitador. Una curiosa y sofisticada forma de onanismo tecnificado que se encuentra muy lejos de representar una solución sensible (legítima y verdadera) a la soledad y al aislamiento. La simulación digital más perfecta, más completa, cualquiera sea la sofisticación técnica de los dispositivos de percepción sensorial utilizados para acceder a ella, no alcanzará nunca a romper los límites que establece el procesador informático, no dejará de ser una ilusión sensorial capaz sólo de generar sensaciones temporales de plenitud, dejando detrás de sí, una vez terminada la experiencia, una estela de absoluta desolación. El tecnosexo, síntoma de la negación de la animalidad de la carne, del temor al propio cuerpo (y al del otro), cualquiera sea la forma que adopte, implica la abolición del cuerpo de los amantes. La máquina electrónica, incapaz de toda ternura y de toda seducción, es un imposible sustituto del cuerpo en el juego amoroso, una compulsiva prolongación de una idea represiva de la sexualidad; dentro de cierta visión masculina de la intimidad heterosexual constreñida, bajo la supremacía de la genitalidad. Hay autores que especulan acerca del atractivo erótico de la computadora y anuncian la aparición de una relación simbiótica con la tecnología. Sublimación mucho más profunda de lo que pudiera indicar el carácter desmesurado y superficial de gran parte de los discursos sobre el sexo virtual.
Hay quienes sostienen que en ciertos casos las diferencias entre los cuerpos “electrónicos” y los cuerpos humanos parecen deberse sólo a una cuestión de ancho de banda. Desde esta discutible perspectiva, añaden que bastaría incrementar el ancho de banda utilizado en las comunicaciones para que tales distinciones disminuyan. Completada la anunciada simbiosis con la máquina, se afirma que el ser abandonará definitivamente la materia que lo compone, pretendiendo ignorar que toda experiencia vital tiene su origen y final en el cuerpo.

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